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9780829423761

Reflexion Teologica : Vincula la Fe con la Vida

by
  • ISBN13:

    9780829423761

  • ISBN10:

    0829423761

  • Format: Paperback
  • Copyright: 2009-05-01
  • Publisher: Loyola Press
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Summary

Este libro responde al ser y quehacer de la reflexión teológica. ¿Cómo se hace? ¿Qué relación tiene con nuestra vida diaria? ¿Dónde comienza? Fundamentos de la fe católica: Serie ministerio pastorales una serie pastoral que ofrece una explicación profunda pero accesible de los fundamentos de la fe católica para adultos, para aquellos que están ya laborando en el ministerio pastoral así como los que se están preparando. La serie ayuda al lector a explorar la tradición católica y aplicar lo que han aprendido a las situaciones de su vida y ministerios. Incluye preguntas de estudio y sugerencias para lecturas adicionales.

Supplemental Materials

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Excerpts

cerca de la Serie



Fundamentos de la fe católica: serie ministerio pastoral ofrece una comprensión profunda y accesible de los fundamentos de la fe católica a los adultos que se preparan para un ministerio laico y a quienes se interesan en su propio crecimiento personal. La Serie ayuda a los lectores a explorar la Tradición católica y aplicar lo aprendido a su propia vida y situaciones ministeriales. Cada título ofrece una confiable introducción a un tema específico y proporciona una comprensión fundamental de los conceptos.
Cada ejemplar de la serie presenta una comprensión católica de sus temas respectivos, tal como se encuentran en la Escritura y en la enseñanza de la Iglesia. Los autores han puesto atención especial a los documentos del Concilio Vaticano II y al Catecismo de la Iglesia Católica, de manera que por medio de estas fuentes esenciales puede emprenderse un estudio ulterior.
Los capítulos concluyen con preguntas de estudio que pueden usarse en grupos pequeños o en la reflexión personal.
La iniciativa de la National Conference for Catechetical Leadership (NCCL) llevó al desarrollo de la versión anterior de esta serie. La indispensable contribución del editor de la serie, Dr. Thomas Walters, ayudó a asegurar que los conceptos e ideas presentadas aquí fuesen fácilmente accesibles a una mayor audiencia.

Normas para certificación: materiales para el ministerio eclesial



Cada libro en esta serie de teología hace referencia a las normas para certificación identificadas en los documentos que se mencionan más abajo. Tres organizaciones nacionales para el ministerio eclesial han aunado su experiencia profesional para ofrecer en un sólo documento las normas que deberán observarse en la preparación de ministros capacitados para dirigir la catequesis parroquial, la pastoral juvenil y los coordinadores de la pastoral parroquial. Un segundo documento presenta las normas para la certificación de los demás ministros pastorales. Ambos documentos también incluyen las aptitudes personales, teológicas y profesionales que deberán cultivar los que participan en todos los ministerios eclesiales.
    Normas Nacionales para Certificación de Ministros Eclesiales Laicos para los Dirigentes de la Catequesis Parroquial, Dirigentes de la Pastoral Juvenil, Asociados Pastorales, Coordinadores de Vida Parroquial. National Conference for Catechetical Leadership, Washington, D.C., 2003.
    Normas Nacionales para Certificación de Ministros Pastorales: National Association for Lay Ministry, Inc. (NALM), 2005.
Ambos documentos presentan la amplia gama de conocimientos y aptitudes que exigen los ministerios catequéticos y pastorales de la Iglesia y establecen las pautas necesarias para desarrollar programas de capacitación que incluyan todos los aspectos que las organizaciones responsables de su desarrollo han considerado importantes para esas tareas. Esta Serie para el ministerio pastoral se ofrece como complemento a los ministros pastorales para facilitar el logro de estas metas.
La constatación de que existen objetivos comunes permite identificar un fundamento unificador para quienes preparan líderes para el ministerio. Se pueden obtener copias de este documento llamando directamente a estas organizaciones o visitando sus páginas digitales:
NALM
6896 Laurel St. NW
Washington DC 20012
202-291-4100
202-291-8550 (fax)
nalm@nalm.org/ www.nalm.org
NCCL
125 Michigan Ave. NE
Washington DC 20017
202-884-9753
202-884-9756 (fax)
ccl@nccl.org / www.nccl.org
NFCYM
415 Michigan Ave. NE
Washington DC 20017
202-636-3825
202-526-7544 (fax)
info@nfcym.org / www.nfcym.org

Prefacio



Primeramente quiero darle las gracias a mi hermano, Jeff Gros, FSC, quien me invitó a participar en este proyecto. Él me recomendó ante Tom Walters, editor de la serie, y de esa manera comenzó esta jornada para articular el proceso sagrado de la reflexión teológica. También quiero agradecer a Margaret Rose Curry O. P., quien asumió incansablemente la tediosa labor de editar comas, frases y las estructuras de las oraciones. A Jean Bohr, D. Min., que estuvo al pendiente de que la claridad y el contenido quedaran a salvo y me alentó en todos y cada uno de los momentos del camino. Barbara Flynn, Lois McGovern, O.P., y Teresa Tuite, O.P., me animaron desde el principio y me sostuvieron a fin de que perserverara hasta concluir la obra.
He sido bendecida por muchas personas que me animaron, instruyeron y suscitaron mi confianza. Por último, y sin menoscabo alguno, agradezco a Tom Walters quien me ofreció la estructura y la dirección necesarias para mantenerme en este camino. En realidad, ésta ha sido una jornada llena de bendiciones. Espero que quienes lean y reflexionen en el contenido de este libro sean agraciados por las emociones sagradas que han dado origen a esta iniciativa. Conocemos la fuente de la vida y la creatividad. Fue un placer colaborar en la danza de la creación.

Introducción



Hace varios años unos amigos me regalaron un equipo de buceo para mis vacaciones. Personalmente, no estaba muy convencida de llevarme las aletas, tubos, y visores, puesto que eran muy voluminosos e incómodos para empacar. No podía imaginar que una cosa tan interesante como el buceo exigiera tantas incomodidades. ¡Me parecía que eran demasiadas dificultades a cambio de meter la cara en el agua! ¿No bastaría con usar las viejas gafas submarinas?
Tal vez empaqué el equipo porque mis amigos hablaban tan convincentemente de lo divertido que era el buceo o porque no sabía decir que no a su generosidad, o por alguna otra razón. Sin embargo, el equipo permaneció durante varios días en el cuarto del hotel, simplemente porque no quería arrastrarlo cada día a la playa. Tenía que llevar toallas, sillas, protector solar graduado, libros, sombreros, la siempre presente botella de agua y tantas cosas más.
Cierto día me hicieron una oferta: un bote me conduciría a un lugar cerca de la costa para bucear. Me proporcionarían el equipo, me enseñarían la técnica y aprovecharíamos las aguas costeras profundas que ofrecían vistas submarinas increíbles. En ese momento pensé, si voy a hacerlo, será mejor que aprenda ahora.
Mi amigo y yo trepamos en el bote para dar un paseo y pronto llegamos al impetuoso océano azul. Provistos de las aletas y visores aprendimos lo básico para respirar por medio del visor. Nos enseñaron cómo entrar y salir del bote y nos informaron lo que podríamos ver. Me ajusté el equipo, descendí por la escalerilla y me acomodé para dar mi primer vistazo.
¡Quedé sorprendida y maravillada! Era como mirar un enorme acuario de peces tropicales. Tenía deseos de salir a la superficie para gritar ¡Guauh, que hermosura! y a la vez quería permanecer paralizada ante el despliegue a todo color que aparecía ante
mis ojos.
¡Sobra decir que el equipo fue bien usado! Estaba convertida y transformada. ¡Ahora era una predicadora de las “buenas nuevas” del buceo! En adelante, iríamos a la playa diariamente al atardecer. Dedicaría horas enteras solamente a mirar el horizonte y maravillarme de su belleza, de su estabilidad y movimiento. Nunca he olvidado lo que aprendí del buceo. Sin importar lo hermosa que sea la superficie, y ¡vaya que lo era!, mirar lo que subyace debajo, revela un mundo enteramente nuevo. Su belleza y profundidad es invisible a los ojos, a menos que te tomes el tiempo, metas la cara al agua y des un vistazo. Si lo haces, podrás disfrutar de visiones y constataciones increíbles.
Para mí el buceo se ha convertido en una imagen de la reflexión teológica, es decir, del intento de contemplar a profundidad las experiencias de la vida. La reflexión teológica nos ofrece la estructura que nos ayuda a descubrir la conexión entre lo superficial y lo profundo en el significado de la vida. Eso nos alienta a reconocer la conexión íntima entre la fe y la vida diaria.
En nuestro tiempo, muchas personas reflexionan sobre las “preguntas elementales” de la vida. Queremos que nuestra vida tengan sentido. Queremos descubrir cómo nuestra fe puede influir en nuestra vida de trabajo, cómo nuestra vida familiar enriquece nuestra espiritualidad, y cómo nos podremos sentir menos fragmentados y más integrados. Estas son las preguntas espirituales de la vida. Estas son invitaciones que nos impulsan
a buscar la sabiduría en de la profundidad de nuestra alma. Estas son las hambres que la reflexión teológica puede ayudarnos
a saciar.
Conocemos la experiencia de la fragmentación, de un lado está la vida de trabajo, de otro la vida familiar, la vida de descanso y la vida de fe. Frecuentemente nos sentimos divididos por estas separaciones y anhelamos la integración. La reflexión teológica es un método y modelo que nos ayudará en este proceso de integración.
Este libro nos ofrece una visión de la reflexión teológica: un modelo y un método para llevarla a cabo. No solamente ilustrará a los lectores sobre cómo utilizar la reflexión teológica en su propio desarrollo espiritual, sino que también les mostrará cómo facilitar el proceso en los demás. Espero que cuando mires hacia el horizonte de tu vida, también puedas descubrir la realidad de su profundidad y tengas la oportunidad de mirarla profundamente. Sin más, ¡vamos a bucear!

    Capítulo 1
El?qué?y?el por qué de la reflexión teológica


¡Salta! Las aguas son hermosas: ¡vayamos
a bucear!
¿Qué es la reflexión teológica y por qué tendríamos interés en hacerla? Podría sonar como algo muy elevado, complicado o
    amenazador. Suena como si fuera alguna cosa para “los teólogos” no para la gente común y corriente. Al mismo tiempo, es algo intrigante. Tiene una atracción y un aliciente. Nos atrae. Mientras estaba estudiando el arte y la técnica de la reflexión teológica, mi maestro y guía John (Jack) Shea, comenzaba la clase con una pregunta que parecería demasiado sencilla: Entonces, ¿qué les ha sucedido? Alguien en el salón de clases relataba alguna cosa que le había sucedido, normalmente bajo la forma de cuento. A partir de ese momento la sesión continuaba como si fuera un intercambio totalmente normal, pero al final de la clase nos dábamos cuenta de que estábamos dentro de un espacio de reflexión diferente que al principio. Por medio de las preguntas y comentarios de Jack y gracias a la interacción del grupo, nos poníamos en contacto con algunas de nuestras creencias, veíamos cómo las experiencias compartidas afectaban nuestras creencias, y cómo tales creencias iluminaban la narración original.
Recuerdo cómo le preguntaba a Jack, “¿Cómo le haces para lograrlo? Él sonreía y me decía, “hazlo tú también”. Aun cuando quería creerle, era escéptica. Siendo educadora de profesión, quería un proceso paso por paso, más aún, hasta se me antojaba que me facilitara el plan de la lección. En vez de eso, Jack llevaba al grupo a comprender la experiencia y dinámica de la reflexión teológica, antes de enseñarnos la manera de hacerlo.
Varios años después me tropecé con Jack en la University of St. Mary of the Lake, en Mundelein, Illinois. En ese entonces era la facilitadora de un pequeño grupo de seminaristas en el proceso de la reflexión teológica. Estos muchachos habían estado trabajando en las parroquias durante un semestre de su formación y habían regresado al seminario para reunirse en pequeños grupos y reflexionar sobre su experiencia a la luz de la tradición cristiana. Un día Jack me preguntó cómo le iba al grupo. Le dije. ¡Es maravilloso, me gusta! ¡Ya lo lograron, pero todavía no lo saben!”. Jack, al recordar mi ansiedad acerca del “cómo hacerlo”, inclinó su cabeza hacia atrás y sonrió. Los dos lo habíamos recordado.
Reflexión teológica: actividad natural
La reflexión teológica es un quehacer normal, lo hacemos constantemente. Nos da el sentimiento de congruencia y profundidad, aun en medio de las situaciones difíciles. Es algo que tiene un profundo significado y acontece naturalmente, pero si pudiéramos hacerlo de manera intencional y espontánea, enriquecería nuestro ministerio y nuestra vida. Es una disciplina y, como cualquier disciplina, exige práctica y atención para que se convierta en algo natural para nosotros.
La reflexión teológica es un instrumento o un medio que nos ayuda a reflexionar y a lograr que la fe entre en contacto con nuestra vida y nuestra vida afecte a nuestra fe. ¡Cuantas veces hemos sentido que nuestra vida está fragmentada! Creemos que la religión es para cuando uno está en la Iglesia, o al menos a cuestiones parroquiales, que se reduce a dar gracias antes y después de los alimentos, y a hacer alguna oración cuando uno está enfermo o preocupado. Pero, ¿qué tiene que ver la religión con nuestra vida diaria? ¿Cuál es el vínculo que existe entre “las cosas de la Iglesia” y los problemas y alegrías del hogar, el lugar de trabajo y los momentos de descanso?
La reflexión es un intento de integrar los segmentos de nuestra vida a fin que podamos vivir dinámicamente nuestra fe. La reflexión teológica parte de la creencia que nuestra vida diaria es una agenda importante de nuestra fe y que nuestra fe tiene una voz en nuestra vida diaria. Es una actividad de integración. Es una actividad de reciprocidad. En nuestra antigua tradición ésta actividad la llamaban búsqueda de la sabiduría y al mismo tiempo, un crecimiento en la sabiduría.
Patricia O’Connell Killen y John de Beer en su libro titulado The Art of Theological Reflection [El arte de la reflexión teológica] definen la reflexión teológica de esta manera:
La disciplina de explorar la experiencia personal y comunitaria en conversación con la sabiduría de una tradición religiosa. La conversación es un diálogo genuino que busca escuchar la voz de nuestras creencias, acciones y perspectivas, y a la vez las voces de la tradición. Respeta la integridad de ambas. Por tanto, la reflexión teológica puede confirmar, desafiar, clarificar y ampliar la forma en que comprendemos nuestra propia experiencia así como la manera en que entendemos nuestra tradición religiosa. El resultado es una nueva verdad y un nuevo significado para la vida (p. viii)
En su obra The Book of Sacramental Basics [El libro de las bases sacramentales], Tad Guzie señala la diferencia entre la experiencia cruda y la experiencia vivida. Todas las experiencias son materia cruda hasta que reflexionamos sobre ellas. La reflexión teológica logra que las experiencias crudas se conviertan en experiencias vividas y que muevan a la persona de la comprensión a la acción.
Cuántas veces escuchamos a algunas personas que expresan su deseo de encontrarle sentido a su vida. Pero se enfrentan con demasiadas exigencias que cumplir y en poco tiempo. Si ponemos atención a los libros más vendidos, a la música contemporánea, a los temas de los debates públicos, nos daremos cuenta una y otra vez de la búsqueda de profundización y del hambre
de espiritualidad. Las personas ven frecuentemente lo “santo” como lo “otro”, o al menos como algo “de otro mundo”. Sin embargo, en el Concilio Vaticano II y en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) resuena nuestra llamada bautismal a la santidad (CIC, 1279, 1280). Estamos llamados a la santidad, y dicha santidad no está separada de la vida diaria. Es nuestro deseo y nuestro temor, nuestra atracción y nuestra resistencia. Anhelamos la santidad, pero no nos sentimos cómodos con ella. Parte de la incomodidad reside en la imagen que tenemos de lo santo: cuál será la apariencia de una persona santa, qué exigiría eso de mí, cómo me tratarían los demás, y cosas por el estilo.
Quizás el ansia de la santidad es el deseo de reconocer lo divino en la vida diaria, de confiar en el misterio de la Encarnación, y de reconocer a nuestro Dios a la vez como inmanente y trascendente (CIC, 51–53). Dios está dentro y fuera de nosotros, en nuestro interior y más allá. Este ser absoluto e infinito está presente en todo momento en la creación “ya que en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28). La ambivalente y omnipresente naturaleza de Dios nos atrae y a la vez nos atemoriza. Nuestro deseo es reconocer a Dios, creer más profundamente que este Dios, que forma y sostiene toda la creación, puede estar y ser accesible a nosotros (CIC, 1, 27, 29, 35, 44).
Dios está comprometido e interesado en nuestra vida, en nuestra historia (CIC, 32–35). El Directorio General para la Catequesis (DGC) nos dice que la reflexión teológica está basada en la creencia de que Dios actúa siempre y en todo lugar, en la vida humana (DGC, 36–37). Una amiga tiene un letrero colgado en su oficina que dice: “Con invitación o sin ella, Dios está aquí”. Esta es la verdad que buscamos descubrir y saborear.
Su potencial transformador
Frecuentemente experimentamos a Dios “en nuestra visión periférica”. La mayoría no nos encontramos con Dios en medio de “truenos y relámpagos”. La reflexión teológica nos permite recordar y saborear las miradas fugaces de ese Dios que está obrando en nuestro mundo y en nuestra vida. Nos capacita para reconocer la gratuidad de Dios en la vida y nos permite enraizar esa creencia en una experiencia sensible. La información sobre la tradición cristiana no transforma de por sí la experiencia humana. Cuando se incluye la tradición de modo que resalte la correlación entre la fe que heredamos y nuestra vida diaria, se libera el potencial transformador (DGC, 71). Así cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia nos estamos comprometiendo en un profundo acto de fe. Estamos confiando que el Dios de Israel, el Señor de los inquietos, de los corazones extraviados, el Dios que viaja con nosotros, el Dios salvador de la historia, está con nosotros y dentro de nosotros, comprometido con nuestra historia ordinaria e interesado en nuestra salvación (CIC, 54–56). Cuando examinamos e intentamos clarificar las acciones y motivaciones de nuestra vida, podemos esperar vernos no solamente a nosotros mismos, sino también los signos y las huellas de Dios (CIC, 99).
La oración de alguien comprometido en la reflexión teológica es: “Señor, que vea”. Cuando mi familia comenzaba la oración de acción de gracias antes de los alimentos, mi padre siempre decía, “Recordemos que estamos en la santa presencia de Dios”. Los hermanos lasallistas le habían enseñado esa oración y esa verdad. Siempre estamos en la presencia de Dios, y en ocasiones nos damos cuenta de ello. La reflexión teológica es el intento de darnos cuenta más frecuentemente de dicha verdad. “Señor, que vea”. Una vez que comienzas a darte cuenta de esa presencia querrás verlo más seguido, y mientras más lo veas, más querrás seguirlo mirando. Esa es la paradoja. Esa es la verdad. Nada nos puede revelar lo santo si no lo vemos.
Comprometerse en un proceso de reflexión teológica es ver debajo de los elementos externos de nuestra experiencia “la realidad que Dios toca”. De alguna manera, esto permite encontrar lo “verdaderamente real” debajo de lo “aparentemente real”. Este Dios no está limitado a un tipo de realidad. Más bien, Dios, quien está presente en toda la creación, puede encontrarse de muchísimas maneras, no sólo en las experiencias explícitamente religiosas. ¿Cuántas veces los atardeceres, los conciertos, los niños que juegan en un montón de arena o las parejas que caminan tomadas de la mano, han sido ventanas que nos permiten vislumbrar a Dios? “Señor, que vea”.
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Para reflexionar
1.    Piensa un poco en tu niñez. ¿Qué significado tenía “ser santo”? ¿Quién era o podía ser santo? ¿Cómo podías saber si eras “santo” o “bueno”? ¿Cómo te imaginabas la santidad en ese momento de tu vida? ¿Qué te hizo cambiar esas ideas?
2.    Trata de hacer este ejercicio durante un mes y observa qué sucede.
En la mañana ora así:
    Dios amoroso, ayúdame a verte en las personas y sucesos de
     este día.
En la noche, trata de recordar las personas y los sucesos del día y pregúntate:
    ¿Dónde te descubrí hoy Señor? ¿Dónde no pude descubrirte?

   


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