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Capítulo Uno
La Banda Mágica
Joaquín movió el dial de su equipo de radioaficionado y tocó los bordes desgastados con sus dedos. Estaba explorando la banda de seis metros: la banda mágica. No estaba transmitiendo; simplemente escuchando; buscando una conversación divertida entre radioaficionados que lo distrajera y lo ayudara a olvidarse de sus preocupaciones de la semana entrante.
Se llamaba "la banda mágica" por su capacidad única de transmitir y recibir mensajes muy distantes con antenas cortas y poca energía. Por esta razón, la banda atraía a un amplio espectro de aficionados, que iban desde los estudiantes de secundaria que buscaban sacarle todo el provecho a cualquier cosa, hasta los apasionados por la tecnología que de vez en cuando decían frases como "propagación esporádica en E", o "capa refractaria F2".
Esa noche no parecía mágica, sino más bien prosaica. Las conversaciones eran flojas y sorprendentemente limitadas.
Pero cerca de los 50.42 megahertz, justo después del aviso en código morse sobre avisos de tormentas en la costa de Catalina, escuchó una descarga estática que le llamó la atención.
Años atrás, Gabriel le había revelado la majestuosidad del ruido blanco: los monolitos estructurados ocultos en el caos.
Y esa descarga estaba repleta de estructuras.
Acercó su cabeza hacia el parlante, el cual cobró vida en su mente. Imaginó que estaba suspendido sobre él y que lo veía agitarse como un mar turbulento. El mar agitado se solidificaba y se transformaba en rocas y montañas irregulares. Luego volvió a ser simplemente sonido, aunque con un propósito, avanzando hacia una meta en común: el sonido buscaba personificarse.
Al acercarse al parlante, la habitación parecía retirarse.
Era como si el sonido estuviera bromeando con él: los entramados de su estructura se entretejían brevemente y se desintegraban pocos segundos después. Y la estática resultante en esos momentos fugaces de cohesión le hizo sentir escalofríos en la espalda.
Era una voz.
Evidentemente, era una voz.
Intentó convencerse a sí mismo de que estaba escuchando una interferencia de otra señal, pero no estaba mezclada con la estática. Era una voz que surgía desde la estática.
Entendió varios fonemas, y tal vez una consonante o dos, pero no pudo hilvanarlas ni traducirlas a palabras.
Se acercó más y se concentró.
Lentamente, desde las oscilaciones de la entonación, comprendió que escuchaba una misma frase que se repetía una y otra vez. Sin embargo, no podía entender una sola sílaba.
Se acercó aun más, y su oído quedó a poca distancia del parlante.
Frunció el ceño y sus músculos se tensionaron mientras intentaba descifrar el significado. Estaba a un paso de lograrlo, y sintió que rodaba gradualmente hacia él como una bola que se movía con lentitud.
Casi . . .
No había nada más en el mundo; apenas él y aquellos sonidos.
Casi . . .
Nada, salvo esta lucha.
Casi . . .
La primera palabra estuvo cerca de revelársele cuando sintió una presencia en la habitación; algo le rozó el hombro. Se dio vuelta, listo para oponer resistencia, pero vio el rostro sonriente y familiar de su novia Alondra.
"Qué maravilla: el presentador del programa más terrorífico de la radio mexicana se asusta cuando le tocan el hombro".
"Que graciosa", dijo Joaquín, todavía temblando.
"Te pareces un poco a un personaje de una tira cómica cuando te asustas".
"Veo que hoy estás con ánimos de bromear".
"Como un animal peludo; tal vez como un conejo de tiras cómicas".
"¿No has terminado?"
"Ya sé: un ratón animado. De ojos grandes y moviendo los bigotes".
Joaquín soltó una risita ahogada y al recobrar la calma, le esbozó una sonrisa picarona.
"Apuesto a que eras una de esas chicas que se derretían por los animales de las tiras cómicas".
"Tal vez", dijo ella abriendo los ojos, con aspecto de personaje de tiras cómicas."Comprobemos la teoría".
Joaquín la atrajo hacia él y miró sus grandes ojos castaños.
"Ya no pareces un animal peludo".
"Eso es lo que nos sucede; de día somos canciones y francachela, pero de noche nos volvemos serios, muy serios".
"Me gustaría comprobar esa teoría", dijo Alondra, llevándolo a la cama.
Una hora y media después, Joaquín estaba acostado, mirando el cuerpo desnudo y esbelto de Alondra a su lado, que resplandecía con la capa delgada de sudor posterior al orgasmo. Ella se acurrucó a su lado y lo miró a los ojos.
"¿Estás preocupado por el viaje?"
"La verdad que, no".
"¿Por llegarle a un público más amplio?"
"Ya sabes que no se trata de eso".
"Lo sé. Todavía ando con ánimos de bromear".
Joaquín sonrió y se la acercó.
"¿Estás pensando en Gabriel?"
Joaquín asintió. No lo había advertido hasta que Alondra le hizo la pregunta. Sin embargo, Gabriel había estado presente en muchos de sus pensamientos recientes. Tal vez se trataba del viaje de regreso a Texas; o acaso se debía a la época del año. Independientemente de la razón, se había sentido especialmente cercano a Gabriel en los últimos días.
"Me lo imaginé. Se te veía en la mirada".
Decidió no preguntarle que quería decir con eso. Creía que por ahí preferiría ni saber.
"¿Quieres hablar del tema?"
Joaquín negó con la cabeza.
Sin embargo, él quería hablar de eso. Quería hablar de Gabriel, de la voz en la radio esa noche, y del sinnúmero de cosas que habían pasado por su mente cuando supo que iría allí. Pero no podía hacerlo ahora, y posiblemente nunca lo haría.
"Sabes que siempre estaré a tu lado; siempre que quieras".
"Preferiría tratar de dormir", dijo Joaquín haciendo énfasis en la palabra "tratar".
Se estiró para apagar la luz con Alondra recostada en su pecho. Joaquín se tendió de nuevo en la cama y ella dejó escapar un suspiro de satisfacción. Pocos minutos después, su respiración se hizo más profunda y él supo que se había dormido.
Pero Joaquín no pudo hacerlo con tanta facilidad, y volvió a pensar en aquella voz. Intentó convencerse de que era algún tipo de ilusión provocada por la ansiedad por lo que podía suceder la próxima semana. Sin embargo, sabía que no era así. Sabía muy bien que era la primera señal de que su viaje le iba a ofrecer la respuesta al misterio que lo había intrigado durante casi dieciocho años.
Sus pensamientos sobre la voz y el viaje se desvanecieron mientras el sueño se apoderaba de él, y recordó un llamado reciente a su programa radial.
Radio muerte
Excerpted from Radio Muerte by Leopoldo Gout
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