La humanidad y el espíritu de tolerancia fueron dos rasgos destacados de la personalidad de Angelo Roncalli, aspectos que desde el inicio caracterizaron su misión apostólica y que él mismo supo convertir posteriormente en las señas de identidad de su papado. Así, el papa Juan XXIII, conocido popularmente como el «Papa bueno», contribuyó enormemente a fomentar el ecumenismo entre los cristianos y la educación para la paz entre todos los pueblos, y fue además el principal impulsor del Concilio Vaticano II, que supuso una importante renovación de la Iglesia católica.